Por fin fuimos a conocer el norte de Portugal. No nos negaréis que nunca nos paramos a pensar en la cercanía de sus capitales y localidades de interés turístico, de hecho muchos creemos que Portugal es por definición un viaje al extranjero y en absoluto. Es un país que comparte con nosotros península, teniendo la misma o mejor accesibilidad que zonas como Galicia, Almería, País Vasco o Girona dependiendo de dónde salgamos. Para que os hagáis una idea Madrid-Viseu, que fue nuestro primer destino, en kilómetros es prácticamente como un Madrid-Granada, pero además con el aliciente de restar al viaje una hora por el cambio de horario de Greenwich. Insistimos, salimos de Madrid a las 15:30 y llegamos a Viseu a las 18:30 (hora portuguesa) y con una parada de 15 minutos. No nos digáis que Portugal no es para conocerla y explotarla. Es cierto que sus costumbres difieren de las nuestras en muchos aspectos, pero eso es parte de su gran atractivo.


Antes de visitar Portugal hay que tener en cuenta cuatro cosas importantes, independientemente de los horarios de comercios o comidas, la primera y para nosotros más relevante es que en Portugal curiosamente entienden el castellano espectacularmente bien, esto lo comentamos por si alguno cree que el idioma pueda ser una barrera para disfrutar de un país que además hay que destacar que nos adora. La segunda es que allí el IVA es un 23%, cierto, pero que que apenas notaremos en nuestras compras o servicios ya que por aquí la vida ha subido proporcionalmente. Tercero es que si decidimos ir en coche a estas tierras, la creencia de que la gasolina es más cara que aquí ya es un tópico. Eso sí, de unos años aquí existe un entramado de peajes electrónicos y de pago manual que pueden encarecer un poco la conducción pero para nada ser un obstáculo para ir en coche. Esto efectivamente provoca que alguno se plantee hacer un viaje en Oporto en algún low-cost por muy poco dinero (desde 10€) y desde allí coger transporte público para visitar pueblos u otras localidades, que también es una buena idea. Por último el tema de los restaurantes, es muy común que una vez hayas pedido te coloquen en las mesa aperitivos, tales como mantequilla o paté, y que efectivamente te cobran, muchos creen que es una tomadura de pelo, pero a nosotros no nos parece que sea caro, ni aceptarlos sea caer 'en la trampa', pero luego profundizamos en esto.

Salimos con unos amigos un viernes al mediodía y cuando entramos por Portugal desde Ciudad Rodrigo nos encontramos en la autopista A25, la primera autopista-peaje de nuestro trayecto y en donde uno cruza por unas cabinas sin personal alguno e introduce su tarjeta de crédito. Es a partir de este momento cuando se te va cargando en la tarjeta las tasas existentes por tramo recorrido en este tipo de autopistas a lo largo del país. Conforme viajáis iréis viendo carteles pasados unos cuantos kilómetros indicando el importe correspondiente a ese tramo y dependiendo del vehículo utilizado, turismos, autobuses o camiones (aquí tenéis una imagen de los carteles a pie de carretera del cargo progresivo del peaje). Esto por un lado es muy cómodo, y además no es caro, el primer día recorrimos 130km desde la frontera a Viseu y pagamos sólo 9€. Los cargos te los hacen a los 4-5 días, así que creemos que es la mejor opción porque las distancias por comarcales en algunos casos son tremendas. Ojo, existen también unas tarjetas prepago que permiten viajes ilimitados por este tipo de autopistas durante tres días y cuesta unos 20€, son una buena idea si vais a moveros mucho por el país y en este tipo de autopistas de peaje electrónico, porque las convencionales van aparte y con un pago en cabina como el de toda la vida. En definitiva estas tarjetas prepago pueden ser un error si vais a ir, por ejemplo, a Oporto, porque una vez allí el coche ya os adelantamos que no lo moveréis, e insistimos, sólo valdría para este tipo de autopistas, pero puede que os interese si la vuelta la hacéis dentro de esos tres días. Las podéis adquirir en algunas de las áreas de servicio y también online, aquí tenéis más información.

Al llegar fuimos directamente al hotel, nos alojamos en Casa de Se (Rua Augusta Cruz, 12), un precioso hotel boutique muy céntrico y con unas vistas maravillosas desde su última planta. El edificio que lo alberga data del siglo XVIII y ha sido restaurado conservando la estructura original. Está decorado con muebles de época y antigüedades y tiene la peculiaridad de que todo su mobiliario y atrezo está a la venta. A excepción de algún problema con la cobertura del wifi y sólo en alguna habitación (de la primera planta), por lo demás resultó ser más que ideal, el mejor hotel del viaje sin duda.


Aquí la vista del hall de la planta.


Nada más llegar ocurrió algo curioso, era ya casi de noche y fuimos a dar una vuelta por el centro no había apenas nadie, y cuando vimos un pub nos metimos a tomar unas cervezas y tampoco había ni un alma. Eran las 19:00 y era la hora ideal para que la gente se tomara algo después del trabajo, y más siendo viernes. Así que despotricamos de lindo, pues bien, a eso de las 23:00, y justo después de cenar, no había quién entrara en el local, muchísima gente por la calle, y ambientazo. Corte que nos llevamos, y es que la gente cena muy pronto. A todo esto, los precios de las cevezas Sagres tipo caña a 1€ y los refrescos a 1,5€, las copas no superaban los 5€ y con respecto al gin tonic, también siguen la moda de por aquí.

El caso es que nos fuimos a cenar, miramos la pinta de un par de sitios que recomendaban en algunos blogs pero al final nos decidimos por entrar en uno en el que había bastante ajetreo y sólo había gente local, o al menos portugueses. Su nombre A Colmeia (Rua das Ameias, 12-14), mesón de claro corte de popular y bastante bullicio. Sólo quedaba libre una mesa de cuatro y ese definitivamente era nuestro sitio.


Mucha gente joven, mesas muy juntas y manteles de papel, nos reíamos porque unos chicos de allí estaban bebiendo sangría y nosotros vinho verde, paradojas de la vida, el caso es que en seguida pedimos, la carta era breve y elegimos de entrada un plato de crema de verduras de la casa, la verdad es que vino bastante pronto y nos supo a gloria bendita, rica y casera.


Y al rato, unos 40 minutos, vinieron los segundos, chuletas de cabrito (para compartir) con guarnición de arroz y patatas fritas caseras. También trajeron una ensalada. Buen sabor a parrilla.


También para comparitr un bacalhau grelhado com batatas grelhadas. La guarnición berza, tomate y cebolla frescos. El bacalao un pelín salao por sus partes mas magras, pero de sabor muy bueno.


De postre una especie de crème brûlée, muy buena también.


Con un pan excepcional, algún café, agua mineral y una botella de vino verdhe (8€), la experiencia fue positiva, aunque estamos seguros que podíamos haber triunfado de verdad sabiendo elegir algunos platos. El caso es que la cuenta total no pasó de los 56€, y para la calidad y cantidad eso también es un pro. Insistimos que debéis de tener paciencia en los restaurantes, tardan bastante en traer los platos, pero con los días uno se da cuenta que nadie se queja por esto, normal, así funcionan. Al acabar volvimos como os hemos dicho al pub irlandés y allí nos tomamos una copilla y luego directos al hotel, y es que llevábamos en pie desde las 6 de la mañana y ya flojeaban las piernas.

Al día siguiente bajamos temprano a desayunar. Se trataba de un desayuno buffet con zumo de naranja natural, bollería casera (excelente), fruta natural, surtido de tés, 2 ó 3 tipos de panes diferentes y zona de quesos y embutidos aceptable destacando un queso de la zona tipo Casar que estaba fabuloso. Algunos echamos de menos la zona caliente, ya sabéis los clásicos huevos, bacon y demás, pero yo sinceramente lo agradecí porque la calidad de estos es tan pobre que al final acabas petadísimo de ingerir calorías sin que merezca la pena.

Acto seguido facturamos y nos fuimos a dar la vuelta diurna por el centro antes de marcharnos a Buçaco, que junto a los aledaños de calles comerciales, que vimos por la noche, es prácticamente lo único de exteriores que tiene que ver Viseu.


El calor se hacía presente, y la cosa apuntaba bien. Aprovechamos para hacernos unas fotos por las calles e inmediaciones de la Catedral, y nos entretuvimos bastante poco en entrar en los sitios, con todo lo que teníamos por delante no quisimos quedarnos más tiempo por allí. Igual nos equivocamos, pero solo entramos en la catedral a ver el retablo y el claustro.


La Iglesia de la Misericordia, justo en frente de la catedral, es realmente pintoresca.


Las inmediaciones de la catedral estaban llenas de casas señoriales con jardines (aquí un manzano) callejuelas empedradas, tiendas pintorescas y mucho encanto.


Partimos hacia la Sierra de Buçaco o Bussaco, un paraje natural digno de visitar y de cuya visita todo el mundo sale muy satisfecho. La historia cuenta que la sierra de Buçaco fue poblada en el siglo XVII por los carmelitas descalzos los cuales cercaron, cultivaron y cuidaron todo un bosque frondoso y lleno de historia alrededor del convento de Santa Cruz de Buçaco. Posteriormente se construyó la obra más importante, el Bussaco Palace Hotel que es impresionante y uno de los palacios-hotel más exclusivos del mundo (cinco estrellas lo certifican).


Alrededor de este portentoso Palacio el paraje que os comentábamos y que ya habíamos visionado en guías y por la red, sin duda una visita obligada de Portugal. Eso sí, os va a llevar toda una mañana visitar lo más importante y el esfuerzo es considerable. Pero insistimos, merece la pena adentrarte por las casi 400 hectáreas de bosque frondoso (mata do Buçaco), ver el Via Crucis de 20 capillas en un recorrido circular de 3 kilómetros (se pueden ver todas pero se están restaurando), los miradores del ala este, la zona baja de las fuentes y lagos, y en definitiva el gran jardín botánico con más de 700 especies diferentes de árboles y plantas que posee todo el recorrido, ya os advertimos que se pueden ver y tocar algunos árboles realmente impresionantes.


Nada más llegar a la zona y antes de entrar subimos en coche a ver el monolito conmemorativo de la batalla de Buçaco, es un amplio espacio con vistas agradables os va a llevar media hora darse una vuelta por allí.


Al bajar de nuevo con el coche tenéis dos opciones, una es dejar el coche a la entrada del recinto e ir andando hacia la barrera de entrada al bosque. O la segunda cruzar la barrera en coche en el camino que lleva al palacio y dejarlo en el parking acondicionado para ello, previo pago de 5€. Lo único malo de esta última es que te pierdes el paseo de unos 200m que hay hasta la entrada, lo bueno, es que a la vuelta lo que menos te apetece del mundo es andar esa distancia hasta la salida.


Después de pasarnos por el punto de información, nos dirigimos al Via Crucis, las capillas no distan mucho entre sí, pero entre ellas puro bosque. Cada capilla alberga una escena representada con figuras de barro de tamaño natural, aquí la vista entre las rejas del interior de una de ellas.


Algo curioso, en este mismo año, concretamente el 19 de enero, un temporal asoló la zona y arrancó de cuajo cientos de árboles del paraje, algunos de ellos ejemplares únicos. Las tareas rehabilitación han sido cuantiosas desde entonces y han sido acometidas por cientos de voluntarios que han ayudado en las labores de repoblación, serrado y restauración del parque. Aquí tenéis los troncos de algunos de esos super árboles, aunque en el camino encontraréis muchos de ellos, algunos árboles volcados, rajados y caminillos cortados. Tuvo que ser tremendo.


Algunos ejemplares de árboles que uno se encuentra son realmente increíbles, mirad este cedro, no saben ni en que fecha exacta pudo haber empezado a crecer, pero ahí está casi 400 años después.


Muy recomendable es la bajada a los lagos, visita que hicimos después de comernos un bocadillo nada recomendable en el único puesto de comida de todo el parque, bien es verdad que estaba el restaurante del hotel, pero como no teníamos referencias y no queríamos perder tiempo, optamos por algo rápido, que luego no lo fue tanto. De verdad, si vais por allí lo mejor es que os llevéis o unos buenos bocadillos o ir temprano para luego comer en otra localidad cercana, ya fuera del bosque.

A lo que íbamos, la bajada a toda esta zona es preciosa, no está muy bien señalizada (sí señalizan en cambio muy bien los WC) pero si preguntáis llegáis perfectamente porque por lógica están abajo en el valle. Son diez minutos de bajada bastante pronunciada.


Pero a su vez preciosa, con el agua fluyendo del manantial y bajando entre las escaleras de piedra, toda ella acababa en un pequeño estanque con unos habitantes encantadores y una paz, bendita paz.


Al final del paseo y de estos estanques, se puede ir al lago más grande (lago grande), en donde han puesto una pequeña pasarela que te lleva al centro del mismo. Tiene una buena foto desde allí.


Después de un precioso y duro camino de vuelta al coche (prepararos para ejercitar piernas :)), nos dirigimos a la localidad de Aveiro. No le dedicamos mucho tiempo pero quisimos verla, como no. Nos habían comentado que aunque le llamen la Venecia de Portugal, ni por asomo se le parece, aún así nos gustó, la parte de los canales del barrio de "Beira Mar" con sus mouliceiros (barcas) y el ambiente por sus calles y alrededores del mercado.


No fuimos a las playas, ni montamos en una barcaza, ni fuimos a las famosas dunas que hay en las afueras porque entre otras cosas estábamos muertos, pero seguro que tienen un muy bonito paseo y que merece la pena visitar o alquilar. Y es que el increíble juego cromático de las fachadas con esos maravillosos azulejos, cautiva a cualquiera y es digno de ver en esta localidad. Si queréis más información de Aveiro mirad aquí este resumen de la ciudad de Aveiro, fue el que nos llevamos en papel.


Después del paseo y una cervecita para reponedora nos fuimos hacia Oporto o Porto. Al llegar fuimos directamente al hotel, nos alojamos en el Eurostars (Rua do Mestre Guilherme Camarinha, 212), un hotel en plena zona universitaria que tiene una excelente relación calidad precio. Los pros del mismo eran que se podía aparcar bien, que fue casi lo que nos convenció para elegirlo, aunque por contra había que coger transporte público para llegar al centro, pero vamos, son unos 10 minutos en metro y la parada está al lado.

La habitación y el baño estaban bien, realmente sólo nos valía con esto porque teníamos claro que era el hotel que menos íbamos a disfrutar en nuestra estancia y al final resultó estar a la altura.


Para salir a cenar esa noche cogimos el coche y nos plantamos en el centro en un santiamén Aparcar fue como era de esperar complicado y finalmente dejamos el coche en un parking. Había mucho ajetreo, supusimos que una de las razones era que se celebraba la feria nacional de la francesinha, habían habilitado una carpa para su celebración y estaba a reventar. Por si no lo sabéis la francesinha es un emparedado muy típico en la zona, existen diferentes rellenos pero siempre se sirve bañado por una exquisita salsa que suele ser receta secreta de casa y con la que conforma un plato delicioso. El caso es que dejamos esta francesinha para comer algo rápido al día siguiente, sobre todo por lo dicho, porque había muchísima gente y queríamos dar una vuelta por el centro por la noche.


Oporto de noche tenía mucho encanto, sólo por ver los alrededores de la Avenida Dos Aliados, merece la pena pasear un día por la noche. Y además siendo sábado menudo ambiente.


Fuimos buscando un sitio para picar algo y nos dejamos llevar por la improvisación, guiados por el tumulto acabamos en una zona bastante abierta y agradable de bares con terrazas. Se trata de la Praça de Dona Filipa de Lencastre, en un lugar llamado O Marinheiro.


Tuvimos la suerte se sentarnos en la terraza de fuera y mientras montaban la mesa nos recomendaron un vino tinto de la zona del Alentejo que realmente estaba muy bueno, se trata de Vinha do Monte. Y aquí os vamos a comentar por encima el tema de los aperitivos. Nos trajeron en este sitio unas mantequillas, con unos panes riquísimos y unas latas de paté de sardinas, podríamos decirles que no, pero sabiendo que son tardones y que traíamos un hambre descomunal se nos antojaron imprescindibles. Al final nos cobraron 2,50€ para los cuatro, pero si echáis las cuentas merece la pena, yo sinceramente prefiero esto a que te cobren 2€ por barba por el servicio de pan o mesa como es muy dado por aquí.


De primero un famoso caldo verde, el precio 1,75€ ¿cómo os quedáis?


Y de segundos, dos comensales pidieron el Bacalhau à Moda de Braga, un bacalao rebozado acompañado de abundantes patatas fritas, cebolla y pimiento, con un toque de vinagre y de laurel.


Otro el bacalhau a marinheiro, de aspecto similar pero de sabor totalmente diferente con las guarniciones típicas de marisco y la nube de patatas fritas.


Y para mí un Robalho grelhado (Lubina a la brasa). Rico pero esperaba otra cosa.


No pedimos postre, sí cafés y un vinito de Oporto de 10 años para celebrar la estancia en esta singular ciudad que al día siguiente veríamos en profundidad. Todo 70€, muy barato, pero el servicio muy lento, demasiado y nada destacable en cuanto a la comida.


Continua en Viaje al norte de Portugal (segunda parte).

Salud y feliz semana.